miércoles, 2 de abril de 2014

Zarzuela marca distancias con Teodoro Obiang

                                           Obiang una mas que incomoda visita para España
El MUNDO.-ANA ROMERO / Madrid


Una patata caliente o un PR disaster (un desastre en términos de relaciones públicas). Así podría definirse en términos diplomáticos la presencia de Teodoro Obiang en el funeral de Estado de Adolfo Suárez este lunes o en el Instituto Cervantes de Bruselas ayer.
 
El líder ecuatoguineano, de 72 años, lleva gobernando la ex colonia española desde que en 1979 derrocó a su tío, el general Francisco Macías en un golpe de Estado. Para la mayoría de los españoles, se trata de un dictador cleptómano que tiene sumida en la pobreza al pueblo mientras su Gobierno y su familia nadan en la abundancia del petróleo y del gas natural que en 1995 EEUU descubrió allí. 
Verlo en el funeral como único jefe de Estado internacional no fue plato de buen gusto para muchos. Para colmo, Obiang agradeció ayer públicamente desde Bruselas la supuesta intervención del Rey para que él hubiera podido dar una conferencia en el Instituto Cervantes de la ciudad. Zarzuela, viendo agrandarse la patata cada vez más, tuvo que salir a desmentirlo oficialmente poco después. La invitación al Instituto Cervantes fue obra del embajador de Guinea en Bruselas, Carmelo Nvono Nca, que es amigo del secretario general del Cervantes, Rafael Rodríguez-Ponga, según fuentes conocedoras de la invitación. 
En cuanto a la de Madrid, fue el propio Obiang el que decidió que tenía que acudir al funeral porque «se siente español», según las mismas fuentes. Más de un vez, el presidente de Guinea, que fue colonia española durante tres siglos, se ha definido así: «Por fuera soy negro pero tengo sangre española». Formado en la Academia Militar de Zaragoza, Obiang considera que Don Juan Carlos es «su» Rey y que él está protagonizando una especie de transición en su país como la que hizo Suárez en España. 
«Haberle prohibido venir habría sido diplomáticamente un insulto», coinciden distintas fuentes, que describen su presencia en Madrid como una circunstancia «puramente protocolaria». 
Malabo pide casi a diario la visita del Rey, del Príncipe y del presidente Rajoy. Madrid no se atreve a organizarla y le da largas. Impedirle venir a Madrid habría sido en términos diplomáticos «la antesala de la ruptura». 
Esto es algo que España, según fuentes diplomáticas, «no se puede permitir». Obiang derrocó a su tío, un militar sanguinario, al que él considera el verdadero dictador, y la situación ahora en Guinea Ecuatorial es parecida a la de España durante el tardofranquismo: tan sólo el mes pasado, el Gobierno ha anunciado una moratoria en la pena de muerte. 
Dentro del régimen hay dos facciones claras. La aperturista, representada por Gabriel Obiang Lima, ministro de Petróleo, hijo de su segunda mujer, Celestina Lima. Y la dura, liderada por Teodorín Obiang Mangue, hijo de la primera dama, Constancia Mangue, con la que Obiang acudió al funeral. 
Teodorín, perseguido en Francia y en EEUU por corrupción, es la cara de la vieja guardia, llamada «los cocodrilos». La diplomacia española no sabe qué camino tomará Guinea cuando el patriarca Obiang ya no esté, pero tiene claro que quiere «jugar un papel políticamente activo en el futuro del país». 
España, según fuentes solventes, «no puede volver a perder el tren que ya perdió en 1995», cuando EEUU y Francia entraron de lleno. Con el nuevo plan Horizonte 2020, Guinea pretende diversificar su economía y es ahí donde España ve una «enorme oportunidad» para las grandes empresas. Dos actos embarazosos como los de esta semana no acabarán con la diplomacia económica de Madrid.