viernes, 10 de octubre de 2014

Del diálogo con la dictadura, de los ambiciosos y de la nada

En el Blog de Juan Tomás Avila Laurel 

Después de 33 años en el poder, y después de casi 25 años haciéndole la oposición, los opositores de Guinea, alentados en su fase final por una proposición no-de ley del PSOE, quieren dialogar con Obiang. Y creen que es una idea brillante, plausible, esperanzadora. Pero por qué hay que tomarla con reserva. Porque José Bono, Miguel Ángel Moratinos y José Rodríguez Zapatero son confidentes de Obiang; Moratinos, para que no haya duda, suele ir a cantar las alabanzas al dictador en los carnavales que organizan en su nombre, en una cofradía civil de guineanos, españoles y otras nacionalidades que lleva el pomposo nombre de Movimiento Amigos de Obiang. ¿Por qué hay que mirar con reserva la idea esa de un diálogo?


Pues porque el Partido Socialista Obrero Español, que, al parecer, ha visto la brillantez de la idea, ya no cree que Guinea es una dictadura, y porque el partido al que apoyan participa en el Parlamento y en el Senado, instituciones salidas de elecciones guineanas llevadas a cabo por sufragio universal, directo y a veces público, pero validado por los políticos que toman parte. Y aquí es necesario hacer una pregunta que ninguno de los ingenuos que se han sumado a la idea ha hecho: ¿qué quedaría de su participación en las elecciones de Obiang y de los puestos obtenidos si pretende que nos embarquemos en un diálogo? ¿Las mantendrá por su utilidad o las pondrá a disposición de Obiang? ¿Qué es lo que se pretende conseguir con el diálogo?

Pase lo que vaya a pasar, y esperamos poder verlo, tenemos que dar cuenta de la inmarcesible capacidad de los guineanos para sacar partidos políticos de la nada, debajo de las piedras. ¿Por qué tanta pulsión creadora? Por la ambición del vivir del cuento, de las subvenciones del Estado, y de los cargos políticos anexos. Esta es la razón por la que, antes del inicio del diálogo, se pusieron a hablar nerviosos de la legalización de los partidos, de más. Y sabemos, también lo saben los guineanos, que suelen ser partidos de dos o tres amigos que quieren ir a lo mismo de siempre, poner a disposición de Obiang de instrumentos para justificar su longeva dictadura, convertida por el tesón de todos los teloneros que ha ido teniendo, en una democracia parlamentaria sin par en toda África. (Sería ocioso decir que en una democracia las discusiones tienen lugar en las instituciones erigidas con el concurso de la población. Desestimar el marco parlamentario para las discusiones es proclamar su inutilidad, y es un hecho en el que han dado el paso muchos ciudadanos guineanos).

Si los guineanos no ven viable la lucha contra la dictadura de Obiang sin proporcionarle los elementos sobre los que justifica su fraude, nunca daremos el primer paso para lograr nuestra libertad, porque, aunque nuestra insistencia sea ya bíblica, no obtendremos la victoria con la legalidad de Obiang. Ergo, la llamativa y desesperada necesidad de someterse a la legalidad impuesta leoninamente por la familia del patrón de Guinea es una muestra de un interés inconfesable, pero transparente por su repetición. Es llamativo, además, que nada haya cambiado tras la legalización del partido político número 13, en un país de unos 700.000 habitantes, 3/4 de los cuales no tiene acceso al agua potable ni a servicios médicos de calidad, dicho sin mirar ninguna estadística, que tampoco hay.

¿No sorprende, además, las ganas que tienen algunos grupos de capitalizar todas las opciones, estando guiados, como debería ser, por sentimientos democráticos, que aquí significa dar la preeminencia a las opciones elegidas en elecciones limpias, cuando las haya? Las profundas e irrefutables muestras de la lucha por el poder son la muestra de que demócratas guineanos sólo los hay de puertas para adentro. Además, y como los guineanos son negros, son muy activos los que, sin pretender ganar nada a cambio, y sin someterse a ningún peligro o avatar que menoscabe su libertad o cualquier logro,  animan todos los pasos mal dados por los ambiciosos de un poder que todavía no ha cambiado de manos. Como la mencionada resolución del PSOE, sin especificar los pasos para que se materialice los deseos de sus avalados y engañados pupilos.

Como han pasado 40 años desde nuestra independencia, no es bueno echar la culpa de nuestras miserias colectivas a los extranjeros que atestiguan nuestras desdichas, pero la realidad palpable es que el imperio cercenador de vidas guineanas no se gestó solo. Y esta es parte de nuestro drama. Comprenderlo definitivamente, ah, sería el primer paso para ponernos en camino. La verdadera lástima es que las consecuencias de las ambiciones personales de los que caminan son imprevisibles. Y eso lo saben los que nos miran con ojos más golosos todavía de todo lo que ha pasado. Pero pase lo que sea, hay una verdad que todos debemos tener presente: si el asunto guineano lo presentamos como una lucha por el poder, ganará el elegido por los poderosos del mundo. Y si lo presentamos como una lucha para alcanzar nuestra libertad, ganaremos todos.

Barcelona, 9 de octubre de 2014