viernes, 27 de marzo de 2015

NO SE PUEDEN PONER PUERTAS AL CAMPO



No se pueden poner puertas al campo, que decía mi anciano padre y a estos analfabetos que nos gobiernan seguro que aún le tenemos que explicar la frase… “No se pueden poner puertas al campo” quiere decir que no se puede encerrar el mundo en una caja y eso, aunque ustedes lo ignoren, lo saben hasta los pobres muchachos de las calles.

Habéis condenado a generaciones enteras a la miseria y al espanto de la pobreza. Los que han tenido suerte los he visto descargando camiones en el puerto de Valencia o vendiendo droga en el parque del Retiro de Madrid. Buena gente que, sin formación, se han tenido que abrir camino entre maleantes, barrios atestados de escoria, alcohol y abandono. Los chicos de camareros, en el mejor de los casos y las chicas, ay las chicas ¿no os da vergüenza lo que le habéis hecho a un gran número de muchachas listas y bonitas? Sois de lo peor y no me extraña que empiecen a escupiros en la cara.


Los estudiantes, los universitarios, los jóvenes que solo pueden viajar por Internet, si les dejan; ya no pueden más. ¿Cómo es posible que haya dinero para organizar cumbres de Jefes de Estado y campeonatos de fútbol y seáis incapaces de organizar, mínimamente, la sociedad?


Guinea Ecuatorial tenía que ser el país mejor valorado por todo el mundo. Tenemos una costa preciosa y unos bosques tropicales únicos; tenemos la mejor gente con la que ponerte a trabajar o a charlar. Guinea Ecuatorial lleva el ritmo en su sangre y sus voces son deliciosas ¿porqué nos cubrís con la basura de vuestra incompetencia criminal?


Los jóvenes se han hartado y han saltado a la calle y prefieren morir de pie que vivir arrodillados. Los jóvenes no quieren ser sangre fresca para los vampiros y os van a perseguir hasta vuestras sepulturas, si hace falta. La juventud guineana ha dejado de ser la banda de Teodorín para exigir su espacio, quieren vivir y construir un país.


Los jóvenes de Guinea Ecuatorial no quieren ser animales, mulas de carga. Guinea Ecuatorial se merece mucho más y queremos conseguir, alcanzar, ese día en que mi madre sonría, mi hermana no tenga miedo y yo pueda volver a mi casa. Guinea Ecuatorial se merece salir de esta maldición a la que nos someten arrogantes y miserables bandidos armados.


Cualquier día, ya hemos empezado en las calles de Malabo y Bata, un joven se arrodillará en mitad de la calle y le gritará a los uniformados “¡¡¡ vamos, vamos,… disparad contra el pueblo!!!” y seguramente  caminarán más metros y más gente y desarmadas, con los brazos al cielo, las mujeres entonarán canciones tradicionales mientras el pueblo avanza y los fusiles se caen de las manos y los soldados se miran y al tirano le falta tierra para esconderse. Ojalá y las bocas de los cañones no vomiten plomo contra los torsos brillantes y tersos de los estudiantes, ojalá.