Vosotros, fanáticos
LUIS MIGUEL FUENTES
EL MUNDO 18/08/2017
IMAGINAD que vuestras creencias
fueran falsas, vuestros dioses monigotes, vuestra moral la verdaderamente
enferma. Imaginad eso en vuestra mente en la que no cabe imaginar nada salvo lo
que ya está allí, petrificado como el ángel de una tumba, como el caparazón
muerto del insecto milenario que os habita y os posee. Imaginadlo y contemplad
entonces vuestros actos: el sufrimiento, el dolor y la muerte en su inmensidad
de ahogo e irreparabilidad. Luego, juzgadlos con lo que os quede de seres
humanos, si queda algo después de quitaros la costra que os mantiene de pie
como sobre vuestros excrementos, sobre ese saco de tripas y escarabajos a
través del que veis sólo manchas de ejércitos y dioses y patrañas y hierros
clavados en los libros y en los cielos y en los huesos, como el test de
Rorschach de vuestra alma extraída igual que una muela podrida, inútil.
Imaginadlo, fanáticos.
No sé a quién le hablo, a quién le
escribo. Creo que esta reflexión ya la hizo alguien antes. Algún sabio que no
recuerdo ahora. No puedo recordar, apenas puedo escribir porque tengo arena en
las manos y en los ojos y en la boca y en la sangre, la sangre que siento ahora
como un cereal hecho de otra gente y de otro lugar; una sangre de familia, la
de Barcelona y sus muertos y sus heridos y sus lágrimas con el mismo color que
tenemos por dentro. Eso es lo que gotean los seres humanos, lágrimas rojas,
sangre llorada, vida que se escapa de su granero; eso es lo que sale cuando
matáis por vuestros dioses que odian como odiáis vosotros, ni más ni menos. Eso
es lo que cualquiera vería, menos vosotros, fanáticos.
No sé a quién le hablo, a quién le escribo. Los dioses
están sordos, más aún los hombres que los siguen como a cabreros. A quien le
hablo no me escucha, y quien me escucha está a mi lado ahora, llorando sin
serenidad, como los niños, o con templanza, como el padre, pero llorando. No
tengo que decirle nada porque ya lo sabe, el ser humano lo sabe. Pero a los que
están frente a mí les grito igual que se grita en sueños, aunque no se oiga nada.
Os grito, fanáticos, para deciros que frente a vosotros está el ser humano, la
verdad, el bien, la fortaleza, la civilización, la justicia. Y la carne
inmortal de los que matáis sin que podáis matar su alma, ni el alma de los
demás hombres, encadenadas todas como en lazos hechos por hadas, de una manera
fuerte e invisible. Os grito a vosotros. Si no me oís ahora, lo haréis tarde o
temprano. Sabedlo, fanáticos.